

Carlos Manzo y el país que abandona a sus valientes
El asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, no es un hecho aislado. Es un llamado urgente a revisar el rumbo del país y la fragilidad de nuestras instituciones.
La muerte del alcalde Carlos Manzo, de Uruapan, Michoacán, estremeció a México. Su asesinato no es solo una tragedia local: es una señal más de que quienes intentan servir desde la honestidad y el compromiso público lo hacen en un entorno cada vez más adverso, donde la autoridad parece estar sola frente al peligro.
Carlos Manzo representaba a los servidores públicos que creen en la cercanía con la gente, en el trabajo cotidiano y en la gestión transparente. Su muerte deja al descubierto una verdad incómoda: gobernar en México se ha convertido en un acto de riesgo, y eso no puede ni debe ser aceptado como parte de la normalidad política.
Cuando un alcalde cae, el golpe no solo es contra una persona, sino contra la confianza ciudadana, contra la credibilidad del Estado y contra la esperanza de que las instituciones todavía pueden proteger a quienes las encabezan.
Lo ocurrido con Carlos Manzo nos obliga a mirar con seriedad la situación: ¿qué tan sólidas son nuestras estructuras de protección? ¿qué tan preparados están los gobiernos estatales y federales para anticipar amenazas y garantizar la seguridad de los funcionarios municipales?
La respuesta, por ahora, duele: no estamos preparados.
El Estado ha fallado en prevenir, en cuidar, en proteger.
Y cada vez que eso ocurre, la democracia se debilita un poco más.
El país necesita una política integral de protección para autoridades locales, basada en inteligencia preventiva, coordinación real entre niveles de gobierno y transparencia absoluta en las investigaciones. De lo contrario, cada tragedia quedará reducida a comunicados y condolencias, sin cambio alguno en el fondo.
Desde el Estado de México, y desde cada rincón donde la voz pública aún resiste, el caso de Carlos Manzo debe servir como punto de inflexión. No solo para exigir justicia, sino para impulsar una cultura política que ponga la vida y la integridad por encima del cálculo partidista.
Carlos Manzo no debe ser recordado como una víctima más, sino como un recordatorio de lo que el país pierde cada vez que el compromiso y la valentía quedan sin respaldo.
Porque cuando el servicio público se convierte en un peligro, la democracia se apaga.
Y cuando se apaga, todos perdemos.
Nota Editorial Altavoz Mexiquense
En Altavoz Mexiquense expresamos nuestro pesar por la muerte del alcalde Carlos Manzo y nuestra solidaridad con su familia, colaboradores y con el pueblo de Uruapan.
Reiteramos nuestro compromiso con la defensa de la vida, la integridad de los servidores públicos y la transparencia en la procuración de justicia.
La seguridad de quienes gobiernan también es la seguridad de quienes los eligieron.
Callar no es opción. Actuar sí.
